El cambio climático no solo amenaza, sino que impulsa la innovación en el sector vitivinícola, donde la sostenibilidad de viñedos y Cavas toma el centro del escenario.
La industria del Cava ha asumido la responsabilidad de enfrentar estos desafíos de manera proactiva. Su misión es asegurar un futuro sostenible para el sector, sin perder la esencia del terruño y el carácter distintivo de los Cavas resultantes.
Con un enfoque ecológico y de calidad, la categoría de Cava ecológico florece, superando los 32 millones de botellas y consolidando su demanda. Además, el viñedo ecológico y otras prácticas en los viñedos destinados a la producción de Cava juegan un papel crucial, mitigando las emisiones de GEI a largo plazo. En esta lucha global contra el cambio climático, el viñedo y su gestión son una pieza clave.
Con el objetivo de mantener la tradición vitivinícola en la región del Cava y conservar el paisaje que lo caracteriza, se están orientando los viñedos hacia una agricultura de precisión.
“Para superar los obstáculos, se adopta un enfoque que busca hacer más con menos recursos y profesionalizar la agricultura. Se avanza hacia una agricultura de precisión, más sostenible desde el punto de vista económico y ambiental. La digitalización permite comprender mejor las necesidades de cada parcela, reducir tratamientos y pasadas del tractor, evitando costes innecesarios.”
Para abordar el desafío del cambio climático, se ha dado especial importancia a la retención del agua en el suelo. Buscando mejorar la capacidad de retención del recurso hídrico en los viñedos, con el propósito de asegurar una gestión más eficiente y sostenible de los recursos naturales.
En busca de una gestión más eficiente y cuidadosa del agua en los viñedos, muchos consideran la instalación de sistemas de riego por goteo o subterráneos. Estas prácticas de riego optimizado permitirán utilizar el agua de manera eficiente y garantizar un suministro adecuado sin desperdiciar recursos.
“En aquellos campos donde tenemos sistemas de riego, que desafortunadamente son una minoría, hemos implementado sensores de humedad para optimizar el uso del agua y hacerlo lo más eficiente posible. Estos sensores nos permiten medir los niveles de humedad en diferentes profundidades, como a 20, 40 y 80 cm, lo que nos ayuda a comprender con mayor precisión el porcentaje de humedad en el suelo.”
Con esa información, se puede ajustar el riego de manera adecuada, evitando el desperdicio de agua y asegurando que las vides reciban la cantidad necesaria para su crecimiento y desarrollo saludable.
“Aunque no podemos controlar el aumento de las temperaturas, sí podemos tomar medidas con respecto a las reservas de agua subterránea. Para ello, llevamos a cabo labradas superficiales con el objetivo de romper la capilaridad y evitar una mayor evaporación del agua que aún queda en el suelo. Por lo tanto, todas las tareas relacionadas con el ciclo productivo de la viña se centran en conservar la escasez de agua proveniente de las lluvias o nevadas invernales.”
En respuesta a la sequía, muchos viticultores han realizado adaptaciones en los edificios de las fincas para aprovechar el agua de lluvia. Se recupera el agua pluvial de los tejados y se utiliza para los tratamientos fitosanitarios y otros usos generales. Esta medida contribuye a maximizar el uso de los recursos hídricos disponibles y reduce la dependencia de otras fuentes de agua.
Una medida adicional es la construcción de balsas de agua de lluvia, las cuales permiten almacenar agua para su posterior uso. Sin embargo, su efectividad depende de la disponibilidad de lluvia, y desafortunadamente, esta no se está produciendo en la cantidad necesaria. A pesar de ello, es importante seguir implementando estas balsas para hacer frente a los momentos más críticos y aprovechar al máximo cualquier precipitación que se presente.
“Es probable que en el futuro se establezca un regadío de supervivencia en parte de los viñedos, utilizando agua de pozos almacenada en grandes balsas durante los periodos de lluvia para su utilización en épocas de sequía extrema.”
Siempre que sea posible y se cumplan los requisitos, se podrían considerar opciones como la realización de perforaciones profundas, previa obtención de los permisos correspondientes por parte de las autoridades competentes.
Sin embargo, en algunas áreas se enfrenta a desafíos adicionales debido al tipo de suelo, principalmente arcilloso, y a la escasez de agua. En tales situaciones, es crucial llevar a cabo un análisis cuidadoso para determinar si es viable dejar esas parcelas sin cultivar o si se debe aplicar un riego mínimo para mantener la viabilidad de las cepas. La decisión dependerá de factores como la disponibilidad y calidad del agua, así como las características específicas del suelo y las condiciones climáticas de la región. El objetivo final es encontrar un equilibrio entre la conservación del agua y la sostenibilidad del cultivo de las vides.
“Al realizar nuevas plantaciones, consideramos cuidadosamente el terreno y su capacidad para retener agua. Siempre plantamos teniendo en cuenta la mejor manera de maximizar la retención de agua en nuestras fincas. Trabajamos los suelos de forma estratégica para asegurar una óptima absorción y retención del recurso hídrico.”
El suelo juega un papel crucial en la viticultura, y su conservación se vuelve aún más relevante frente al cambio climático. Una práctica cada vez más utilizada es el empleo de cubiertas vegetales en los viñedos. Estas cubiertas ayudan a frenar la erosión del suelo, mejoran su estructura y retienen la humedad, contribuyendo a la adaptación de los viñedos a condiciones climáticas extremas y cambiantes.
Sin embargo, en situaciones excepcionales, como la escasez de agua, es necesario tomar decisiones específicas. En algunos casos, se puede optar por eliminar temporalmente la cubierta vegetal para que los recursos hídricos disponibles se destinen principalmente al desarrollo de las uvas.
“Este año hemos tenido que eliminar toda la cubierta vegetal para disminuir al máximo la competencia con las vides.”
Dada la limitación del agua, se ha puesto mayor énfasis en los laboreos superficiales durante la época de crecimiento de las cepas. Esto ayuda a mantener las cepas en el mejor estado posible al optimizar el acceso al agua disponible. Además, se ha implementado el descanso del suelo, evitando labores, principalmente durante las épocas de lluvia otoñales.
Con el fin de optimizar el uso del agua y asegurar que esté disponible para las vides, se implementan diversas medidas.
“El año pasado fue un punto de inflexión que nos dejó claro que ya no podemos dar marcha atrás, ya que el calor fue extremo. Entre las acciones que tomamos, una de las más importantes fue labrar la tierra cada 10 o 12 días durante julio y casi hasta finales de agosto. El objetivo de esto fue evitar que cualquier hierba compitiera con las cepas por el escaso suministro de agua disponible en el suelo. Durante el invierno, también realizamos pasadas alternas para asegurarnos de que la poca lluvia que cae se quede en los surcos en lugar de perderse.”
Otro enfoque importante ha sido el aumento del aporte de materia orgánica al suelo, como el estiércol compostado. Este enriquecimiento del suelo tiene como objetivo mejorar su capacidad de retención de agua durante los períodos de lluvia. Aunque los efectos pueden tardar años en manifestarse plenamente, es beneficioso tanto para el suelo como para la salud de las cepas.
Una estrategia adicional para adaptarse al cambio climático es retrasar la fecha de la poda. Esto permite ajustar el ciclo vegetativo de las vides a las nuevas condiciones climáticas, reduciendo así los riesgos de heladas tardías que pueden dañar los brotes jóvenes.
La poda en verde es otra técnica utilizada para gestionar el crecimiento y equilibrio de las vides durante la temporada de crecimiento. Aunque no es una medida directa contra el cambio climático, puede contribuir a mitigar algunos de sus efectos. Consiste en la eliminación selectiva de brotes, hojas o racimos de uvas no deseados durante la temporada de crecimiento de la vid.
La poda en verde ofrece varios beneficios en relación al cambio climático. En primer lugar, al reducir la densidad de hojas y racimos, mejora la circulación de aire en la vid, lo que ayuda a prevenir enfermedades fúngicas y reduce la humedad en condiciones climáticas cálidas y húmedas. Además, evita la sobrecarga de racimos en la vid, lo cual es especialmente relevante en condiciones climáticas extremas, como altas temperaturas, donde la vid puede sufrir estrés hídrico. La reducción de racimos permite aliviar esta carga adicional y mantener un equilibrio saludable en la planta.
Otro beneficio de la poda en verde es que permite que la vid concentre sus recursos en los racimos seleccionados, lo que favorece una madurez adecuada de las uvas. Esto es esencial en condiciones climáticas cambiantes, ya que las altas temperaturas pueden acelerar el proceso de maduración. La poda en verde ayuda a mantener un equilibrio entre la madurez y la calidad de las uvas.
En un esfuerzo por aunar fuerzas, se han formado asociaciones y grupos de estudio dedicados a proponer soluciones e investigar nuevas vías de adaptación.
Uno de estos grupos es Vins Vinents, establecido por la Generalitat de Cataluña, que reúne a expertos de diversas áreas relacionadas con la viticultura. Su objetivo principal es estudiar el impacto del cambio climático en los viñedos y proponer estrategias de adaptación.
El clúster vitivinícola Innovi también ayuda a los viticultores a adaptarse a las nuevas condiciones climáticas y promover la sostenibilidad en el sector a través de sus líneas de transmisión de información y técnicas innovadoras. Por otro lado, las Asociaciones de Defensa Vegetal (ADVs), con un enfoque a nivel municipal, son una valiosa fuente de información y apoyo directo para los viticultores.
Además de estas iniciativas, también existe una asociación dedicada a la viticultura biodinámica. A través de la implementación de prácticas agrícolas biodinámicas, se busca una adaptación más efectiva al cambio climático, teniendo en cuenta los aspectos ambientales y la sostenibilidad en la producción de vinos.
Estas alianzas y asociaciones son un testimonio del compromiso de la industria vitivinícola en la lucha contra el cambio climático, uniendo esfuerzos y conocimientos en un contexto de transformación ambiental.
La adaptación al cambio climático es crucial para preservar la calidad y singularidad del Cava en un entorno cambiante. Mediante acciones más precisas, se busca una agricultura eficiente y respetuosa con el medio ambiente.
Es esencial continuar con iniciativas de captación de agua de lluvia para enfrentar la escasez hídrica en el futuro, pero también se debe ejercer una gestión responsable del agua. Reducir riesgos y maximizar la calidad de las uvas en condiciones climáticas cambiantes es fundamental.
Estrategias como retrasar la poda y la poda en verde son enfoques vitales en la viticultura para adaptarse al cambio climático y mantener la calidad de las uvas.
El sector del Cava se enfrenta a desafíos sin precedentes, pero muestra determinación para adaptarse con soluciones innovadoras, manteniendo su reputación como productor de vinos de calidad.