Cuando termina el otoño y las hojas de la vid ya se han caído, se inicia una fase de reposo vegetativo en el viñedo. El frío hace que las yemas entren en un período de sosiego que durará hasta el inicio de la primavera.
En este tiempo en el que la viña no crece y es capaz de resistir temperaturas muy bajas, se aprovecha para realizar la poda.
La poda de invierno favorece la regeneración de la planta y sirve para eliminar los sarmientos de la temporada anterior.
Una vez realizada la poda, cada una de las yemas originará nuevos sarmientos, con sus respectivas hojas, zarcillos y racimos durante toda la primavera.
Estas yemas se encuentran en cada nudo del sarmiento del año y determinan la producción de una cepa. Son las responsables de regular los kilos de uva (racimos) por cepa y hectárea.
A principios de marzo en climas templados y en el hemisferio norte, la savia empieza a fluir por la vid y llega el lloro. La savia emana por los cortes de la poda anunciando que la viña empieza a despertar de su letargo, empieza a movilizar sus reservas y a reactivar su actividad.