Lo que ahora es un método estudiado y explicado a través de la ciencia fue en su momento motivo de rechazo. Las primeras botellas con burbujas en su interior, fruto de una fermentación espontánea y en algunos casos no deseada, eran consideradas defectuosas, hasta el punto de ser llamadas “vins du diable”. Pero para domesticar las burbujas y pasar de un extremo al otro, han sido muchas las personas y muchos los hallazgos que han contribuido a hacer del Cava la maravillosa bebida de nuestros días.
Si bien la inspiración para producirlo tiene su origen en Champagne, fue el entusiasmo y dedicación de un grupo de agricultores y productores de la zona del Penedés, y más concretamente en Sant Sadurní d’Anoia, las que impulsaron el nacimiento del Cava y de su futura internacionalización. Un grupo de emprendedores que, en una región con más de 2.000 años de tradición vinícola, y castigada a mediados del siglo XIX por la filoxera, no se rinden y deciden apostar por una renovación del viñedo y la producción de vinos espumosos de calidad. Josep Raventós y su hijo Manuel, y Marc Mir merecen ser nombrados entre este grupo, así como también el Institut Agrícola Català Sant Isidre -una de las asociaciones agrarias más antiguas de Europa-, centro neurálgico de la investigación y desarrollo del método tradicional aplicado a los cultivos de la zona.
Las primeras botellas de Cava siguiendo el método tradicional de segunda fermentación en botella se elaboran en Sant Sadurní d’Anoia en 1872.